A veces en terapia nos sorprenden grandes
cambios en la vida del cliente, dejar un trabajo con el que durante años nos
esclavizábamos para dedicarnos por fín a una labor más vocacional, romper una
relación agotada desde hace tiempo, independizarnos de nuestros padres, iniciar
una relación de pareja después gran tiempo en soledad, atrevernos a
experimentar con nuestra sexualidad superando miedos y pudores, marchar del
país donde residimos para vivir en otro distinto atendiendo a la llamada de una
intuición o un deseo poderoso. A veces varios de ellos se acumulan provocando
en poco tiempo grandes transformaciones en nuestras circunstancias personales. Son cambios espectaculares y llamativos en la
existencia del cliente, como flores que germinan hacia fuera visibles por todos
los que forman parte de su circulo cercano. Parece ser que estos cambios en
alguna medida demandan cierto motor que los impulse, es decir el paso a la
acción.
Existen otros cambios menos llamativos pero
apreciables si uno se afina en la observación de lo pequeño. De pronto nos escuchamos y nuestra voz nos
sorprende con nuevos matices que se incorporan con naturalidad a nuestros
registros habituales. Un día sin aviso nuestra respiración se transforma y es
capaz de relajarse ante un acontecimiento que antes nos superaba. Podemos
observarnos caminando más arraigados y somos capaces de sostener la mirada del
amigo o del enemigo donde antes la evitábamos, percibimos como nuestra mente se
aquieta o como nuestros juicios disminuyen. Ser conscientes de todas estas circunstancias
desencadena en nosotros otro pequeño gran cambio: ganamos en presencia. Diríase que estos cambios ocurren así, en
silencio, sin que uno tenga que hacer mucho para provocarlos, son la
consecuencia silenciosa de un proceso de crecimiento, se hacen solos.
Estas otras flores germinan hacia dentro,
forman parten del jardín privado de cada ser aunque su aroma puede ser
compartido si decidimos ofrecer esa presencia al mundo, también si desde fuera,
al tomar lo que la vida despliega ante nosotros, perseveramos en la delicada
atención de lo sutil.
Jose Fco. Martínez
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