La vuelta al cuerpo es la vuelta a casa,
alejarnos del cuerpo es alejarnos de nuestro hogar y estar predispuestos a
perdernos. El cuerpo es el lugar en el que todo ocurre es la caja de resonancia
donde se manifiestan sensaciones corporales como picores, sudor, el contacto
del aire en nuestra piel, la sensación del agua recorriéndola, el cuerpo es el
lugar donde pasan las cosas, el escenario donde ocurren todos los acontecimientos. Nuestro principal sensor para guiarnos en
dirección de lo que nos gusta o desviarnos de lo que nos desagrada. La frontera
de contacto mas evidente con los otros, cuando buscamos tocar, ser tocados, o
dejar de serlo. Volver al cuerpo es tener acceso a una información ilimitada
que nos ayuda a orientarnos en el entorno. Nada ocurre si no es el cuerpo,
todas nuestras vicisitudes lo son porque tenemos un cuerpo en el cual podemos
ubicarlas. Entramos en una habitación en
la que nunca antes estuvimos y si ponemos conciencia podemos darnos cuenta de
cómo habla nuestro cuerpo de cómo nos sentimos allí dentro. Nos acercamos por primera vez a un
desconocido y podemos percibir como de manera sutil nuestra estructura corporal
cambia en ese contacto abriendo o cerrándose ante él.
El cuerpo es el lugar donde podemos localizar
nuestras emociones. Nuestra respiración unida al diafragma nos informa de una
manera directa de nuestro estado emocional, agitada, cortada, serena, tan
alegre que vibra en carcajadas o tan dolorosa que sirve de impulso al
llanto.
Fuente de placer o displacer el cuerpo es una
vivienda a la que desnutrimos y maltratamos o a la que alimentamos y cuidamos
con actividades en las que nos dedicamos a él como el movimiento expresivo, el
yoga, o el masaje. Emplear quince
minutos estirándonos a media mañana es un acto que nos revigoriza soltándonos
en el placer de expandir nuestros músculos y que nos permite reorganizar
nuestra mente y cargarnos de energía.
Ocuparnos de algo que estará con nosotros
durante toda la vida, o no hacerlo e ignorar sus necesidades es el equivalente
a atendernos o descuidarnos. Tratar como un extraño a nuestro cuerpo es
volvernos extraños de nosotros mismos, vivir como un exiliado en mi propio
pais, pues al fin nuestra primera y última patria es nuestro cuerpo.
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